Hola a todos, ¿Cómo estáis? Beatriz y yo esperamos que bien. Suponemos que algunos preparando el verano, las vacaciones, sanfermines… (¡ que ya no queda nada!). Otros seguiréis trabajando, con la caló; mucho ánimo a estos últimos. Sabemos que ha llovido mucho y esperamos que pronto empiece a hacer bueno como para salir de paseo o ¡ir a la playa!.
Por aquí seguimos como de costumbre. Con las lluvias amenazando seriamente el circular con coche tanto dentro como fuera de la ciudad (tendríais que ver a Beatriz con su todo-terrenito). Nosotros nos encontramos muy bien, gracias a Dios, estamos sanos y bellos. Seguimos con nuestros trabajos y quehaceres.
A estas alturas hay un punto que aclarar: ¿cuánto van a durar el trabajo y los quehaceres? ¿es que no piensan volver? ¿qué voy a hacer con el abono de Osasuna del año que viene? Bueno, a este respecto ya hemos tomado una decisión y no penséis que ha sido fácil. Hemos dado muchas vueltas a la idea de quedarnos un tiempo más por aquí; de hecho por un momento así lo pensamos. El día a día aquí nos resulta sencillo, cálido, intenso; nos encontramos muy bien rodeados, acompañados; el trabajo es mucho y todas las manos son bienvenidas… (como siga todavía nos vamos a quedar).
Bueno, pues a pesar de todo esto, creemos que éste es nuestro momento de volver a Pamplona y lo vamos a hacer para el próximo curso escolar.De hecho, ya tenemos el billete para el 4 de agosto.
Hasta entonces, estos son nuestros planes: estaremos en Sarh hasta el 10 o 12 de julio, cuando vuelve la médico alemana Lidia. Después iremos a Koumra para estar algunos días con el único hermano que queda en la comunidad: Martín. Luego viajamos a N’Djamena para volar hasta Ghana: resulta que el 28 de julio empieza el Consejo del Distrito Marista de África del Oeste y vamos a aprovechar para saludar a los hermanos e intercambiar experiencias. También esperamos visitar algo de Ghana, por aquello de conocer “otra África”. De nuevo volvemos a N’Djamena y para España.
Ni qué decir tiene que a estas alturas ya empezamos a tener el corazón partío: entre la alegría por la vuelta y lo difícil que es dejar esto… en cualquier caso, en poco más de mes y medio estaremos por allí. Para no perder la costumbre del calor africano, llegaremos en pleno verano (si deja de llover por allí). Mis compañeros de la procura no se pueden creer que en España el verano sea tan caluroso como les explico; gracias a nuestra presencia saben ésto y que existe el Castillo de Javier, el encierro o el calderete: referentes básicos de nuestra cultura. Por cierto que me miran con auténtico desprecio cuando les cuento en qué consiste el encierro. Y la verdad es que explicarlo, a pelo, sin soporte audiovisual pues queda bastante bárbaro; así que a ver si convencemos al obispo, que tiene tele y nos deja verlo y explicarlo.
Supongo que ellos ponen la misma cara de estupefacción que suelo poner yo cuando me cuentan sus ritos y creencias; que son muchos, os cuento. En general, son un pueblo que las guarda con celo y no hablan mucho de ellas (sobretodo con los blancos) pero con los compañeros, el profe de francés, algún religioso o las mujeres de la consulta de Beatriz, pues nos vamos enterando de alguna. Las creencias y los ritos, les acompañan desde niños empapando la realidad. De hecho, el paso por las diferentes etapas de la vida, tiene su propia celebración: el nacimiento, la adultez, el matrimonio o la muerte. Por ejemplo el rito de iniciación. Cuando llegamos, en octubre, se veían por la calle grupos de chavales vestidos con hojas y collares, que no hablaban: eran “los iniciados”. Se trata de un rito que se repite cada 7-8 años y al que van los chavales que no han participado en el anterior. Durante un par de meses, viven lejos de los poblados, hablan una nueva lengua, y hasta cambian de nombre; imaginaos qué lío en el cole a la vuelta. Supone la entrada en la edad adulta. No hablan de ello y menos con nosotros.
Para las chicas, la iniciación es mucho más penosa (como nó), es simplemente la escisión. Desde niñas hasta adolescentes tanto saras como árabes tienen que someterse a esta brutalidad. De hecho casi todas las mujeres que veo en consulta la han sufrido; y se estima que cada vez se hace a más niñas.Durante la infancia, muchos niños llevan amuletos que los protegen, sobretodo los niños árabes; algunos son chulísimos. Los espíritus, del agua, o los ancestros, están muy presentes en la realidad cotidiana; de hecho, forman parte (en los libros de texto así lo describe) de los habitantes de la casa.
Cuando una mujer da a luz, debe probar públicamente que su leche no es “amarga”: así que debe introducir una hormiga en su propia leche y, según su reacción, se decide si es apropiada para el niño o nó.Cuando la mujer queda viuda, puede pasar a ser la esposa, una de ellas, del hermano de su difunto marido y debe ser sometida a un rito para demostrar que no ha causado la muerte de su esposo. La medicina tradicional trae por la calle de la amargura a Bea (lo mismo dirán los curanderos a sus amigos de nuestra medicina occidental). Trabajar en el hospital es una cura de humildad para la “medicina basada en la evidencia”: la mayoría de los pacientes recurren al curandero y, cuando este fracasa, acuden a nosotros: el problema es que esto retrasa mucho el inicio de “nuestra medicina”. Por poneros algún ejemplo: cuando un niño pequeño sufre muchos vómitos, se le corta la campanilla; cuando les duele algo, hacen escarificaciones o colocan ventosas que queman, así que muchos de ellos tienen tatuados todos sus dolores.Varios enfermeros del hospital explican cómo las personas con epilepsia sufren a causa de “los espíritus”; esto a Bea la enciende; también ha declarado la guerra abierta a los curanderos que aseguran curar el SIDA. Así son las cosas en el hospital de Maïngara: una mezcla de espíritus y pastillas… (o sea un colocón).B ueno, aunque esto de creer en espíritus que causan enfermedades nos parezca inaudito, tampoco hay que ir muy lejos. Seguro que en la Ribera Navarra a más de uno también se lo parece... que de todo hay.
Ale, ya vale de rollo por hoy, mis espíritus me llaman a cenar. Besos grandes y calurosos para todos; gracias por vuestras noticias; os tenemos muy presentes:Rodrigo, Bea y sus espíritus.